Tumbada en la arena siento el deseo de que el mar abra su boca y me engulla. Nado y trato de no ahogarme. Me agarro a un salvavidas pero algún día se pinchará y entonces no podré seguir a flote. Los peces muerden incluso estando una viva y la sal penetra en las heridas haciendo que escuezan a la vez que ayuda a sanar. Cuando llevas un rato dentro ya no notas que esté fría el agua pero te vas arrugando. Y te envuelve el sonido de las olas como los brazos de una madre que no te abandona. Si cuesta entrar más cuesta salir pero hay que hacerlo porque el ser humano no es acuático aunque se estima que el 65% de nuestro cuerpo es H₂O.
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