Quizás esté enferma de la mente porque me esfuerzo por hacer sentir bien a los demás y luego no puedo encontrar lo que queda de mí.
Me cuesta marcarme un rumbo. Me cuesta tomar decisiones porque cuando termino tomándolas parece que me equivoco y no salen las cosas muy bien. Pero cuando los demás toman decisiones tampoco parece que les salgan muy bien porque no suelo ver caras de satisfacción por los lugares que visito.
Me duele dejar lo que quiero pero si no les dejo sufro.
A veces no sabes si hablar o callar porque si callas revientas por dentro y si hablas revientas también porque las respuestas obtenidas no suelen ser de tu agrado.
Yo a veces solo encuentro consuelo en las lágrimas y el papel. No tengo el abrazo que espero cuando siento tristeza o simplemente necesito un abrazo por pura necesidad.
Y que es la vida al fin y al cabo, una necesidad.
Necesitamos alimentarnos. Necesitamos cuidarnos. Necesitamos amarnos. Necesitamos mejorar. Siempre necesitamos algo, más básico, más terrenal, más etéreo, pero necesitamos.
Hay poca gente con sus necesidades cubiertas y parece ser que hay poca gente dispuesta a cubrir las necesidades de los demás. Así que habrá que ir aprendiendo a cubrirnos nosotras mismas nuestras necesidades porque necesitamos sobrevivir, dejar de ser las enfermas o las enfermeras, las locas o las psiquiatras, las hijas, las madres, las esposas, las trabajadoras, las cansadas, las descansadas, las vencidas, las vencedoras…
Dejar de ser lo que necesiten los demás que seamos y ser lo que realmente queremos ser aunque descubrirlo nos cueste tantas y tantas batallas perdidas.
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