Me da rabia ver caras tristes y no poder hacer nada por cambiarlas.
Yo, que de niña quería ser payaso para hacer sonreír a los demás, con la edad tengo días que no me hago sonreír ni a mí. Y lo intento.
No hay nada que me guste menos que una cara escurrida; ojos y boca decaídos; una cara triste, agobiada, preocupada; una cara que incluso parece darle coraje que existan otras caras sonriendo.
Casi siempre consigo sonreír pero, cuando realmente me expreso suelo contar lo que reflejan la mayoría de las caras, tristeza.
Procuro buscar temas alegres e incluso creando una melodía en tonos mayores me vuelve a salir una letra profundamente melancólica, con mucho que decir pero poquitas cosas buenas que contar.
Y es que a veces parece que la balanza de lo bueno y lo malo nunca llega a equilibrarse. En casi ningún momento de la vida existe esa armonía entre lo que nos hace feliz y lo que no. Iba a decir que sólo con la muerte nos llega ese equilibrio mas no lo sé porque nunca he pasado por ese estado y nadie que lo haya hecho ha vuelto para contarlo. Será porque se está tan bien o tan mal…
Y las cuerdas de mi guitarra esta noche están en silencio. Y las cuerdas que me dan la voz no se mueven. Por eso he buscado consuelo en esta hoja y en este bolígrafo que deja que le acaricie y que le maneje a mi antojo. Es lo mejor que puedo controlar.
No controlo nada más pues por muy atados que estén los cabos siempre queda alguno suelto y otros que pueden desatarse.
Nunca sabemos donde llegaremos a parar y si realmente podemos controlar algo o todo nos controla. En muchas ocasiones solo queda poner caras largas, dejar fluir melodías tristes y no avergonzarnos de ello.
Ya vendrán tiempos mejores, melodías más alegres y más cosas buenas por contar.
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