La bella durmiente
ya no espera despertar con un ósculo,
prefiere dormir profundamente
y soñar lo que desea.
Blancanieves no se quedó con los enanos,
tampoco era la más guapa del reino
ni se casó con un príncipe azul,
pero si llegó a ser ella misma
y a brillar con propia luz.
La sirenita recuperó su voz
y ahora demanda sus derechos
en el agua o en la tierra
deben escuchar sus cuentos
basados en hechos reales,
mujeres sin palabras y sin techo.
Cenicienta ya no usa tacones
ni de brillantes ni de cristal,
viste cómo, como le apetece,
no debe a nadie impresionar.
Campanilla la más pilla
y la única que tuvo alas
vuela ahora de flor en flor
y hace lo que le da la gana.
No persigue a Peter Pan,
ni cuida de niños perdidos,
ella disfruta de su libertad
y a quien quiere da su cariño.
Y Mulán nunca más
tendrá que disfrazarse de hombre,
su lucha será reconocida
como la de una mujer con propio nombre.
Al mirar sus reflejos
sabrá quién es de verdad
y si escribe o tiene otros méritos
serán reconocidos por la humanidad.
Es la ilusión de toda princesa
que los grandes sueños se hagan realidad,
que se instaure verdaderamente
el deber y el derecho a la igualdad;
que no se coman tantas perdices
y que se dejen volar
porque no pueden ser felices
seres libres en cautividad.
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